Cine

1998. Trabajo en una agencia de publicidad como Directora Creativa. Me dan 30 segundos para contar una historia. Siento asfixia. El cuento no cabe. Necesito más. Más tiempo. El relato lo merece. ¡A la mierda la síntesis! Sin saber muy bien lo que hago, escribo una historia. Años más tarde aprendí que eso es justamente lo que Coppola les aconseja a los aspirantes de su escuela Zoetrope: “una película no empieza como guión, empieza como historia. Así que escribe primero la historia”.

Y la escribí. Y la envié a un concurso de guión. Y gané. “La Uña Roja”, se llamaba el largometraje. Nunca logré que se convirtiera en película, en cambio sí en Novela Negra. Desde ese momento no he dejado de escribir. Cortos. Largos. Larguísimos, a veces. Historias imposibles, buenas, malas, las que salgan, donde salgan, como pueda. En Mac o en servilleta.